Quédate ahí
en los fogosos recados que te dejé
en el edén de nuestros viernes
en la luna de los sábados
en el sol tibio de la primavera
en los vientos fríos del otoño.
en los fogosos recados que te dejé
en el edén de nuestros viernes
en la luna de los sábados
en el sol tibio de la primavera
en los vientos fríos del otoño.
Quédate aunque suene grotesco
en los toscos besos que te daba,
en los surcos de mi cuerpo,
en el silencio de mi penuria
en el sudor salado de mi dorso.
en los surcos de mi cuerpo,
en el silencio de mi penuria
en el sudor salado de mi dorso.
Quédate en la sombras de la noche
oculta, triste, silenciosa
donde te sentía mía
colmando me propia esencia.
Quédate sola,
quieta en el gélido invierno
oculta, triste, silenciosa
donde te sentía mía
colmando me propia esencia.
Quédate sola,
quieta en el gélido invierno
esperándome a que llegue
en una nueva primavera
con otra fragancia,
nuevo, terso, casi cotidiano.
Quédate graciosa
en las fragantes flores de mi jardín errante,
para poder olerte como a mis rosas
para saberte cerca, ardiente
enredada en mí vida solitaria.
Quédate ahí
en los tatuajes que inventé en tu piel
para que me encuentres presuroso
cuando yo me pierda de nuevo
en los tatuajes que inventé en tu piel
para que me encuentres presuroso
cuando yo me pierda de nuevo
inventando cuentos sin principio ni final.
Jorge Laserna Vargas
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